lunes, 30 de junio de 2008

HOLGA MENDEZ & UXIA PIÑEIRO

























3. ∞

TRES dados: el cristal y la luz / infraleve numérico del 3 / virtualidad del 3: no la realidad bajo la apariencia sensorial, sino la representación virtual de un volumen (análogo a su reflexión en un espejo) / el plano de cristal es una manera de dar idea del infinito en 3 / será en ese plano donde se encuentre y se visualice el 3 en infinito / la figuración/representación ideal del continuo de 3 / El vidrio vive entre virtualidad y actualidad: las separa, es una barra de división, y al mismo tiempo las comunica / gracias al código, la posibilidad se realiza y –épanouissement– reposa por un momento, convertida en apariencia / durante ciertos momentos el signo es libre y no obedece a las leyes de la perspectiva, ni a las de la gravedad; durante otros está determinado por éstas / pero mientras duran esos intervalos el signo está fuera del tiempo / al menos fuera del tiempo lineal / fugado entre los números y las manecillas del reloj: es un reloj visto de perfil / ver su perfil es entrar, es acceder a su interior, estar dentro de su dimensión / épanouissement de frente que permite obtener toda una perspectiva de duración que va del tiempo registrado / y recortado por los medios astronómicos / hasta un estado en el que el perfil es un corte y hace intervenir / otras dimensiones de la duración / El espacio se dispara en ambos sentidos, a ambos lados del vidrio / no se trata de un plano de dos dimensiones, ni de la línea unidimensional del plano visto de perfil / aleja su bidimensionalidad: por los bordes se escapa a los cuatro puntos cardinales y, por los lados, las superficies (que se creen) planas sin profundidad ni volumen: aumentan, se extienden, se abren como una flor – proceso que lleva a una plenitud, dilatación o expansión – en un infinito / No se alcanza a ver el fondo donde termina la repetición / infinitas veces en un sinfín / ya todo es un mismo lugar, un mismo vacío épanouissement / el 3 es desplazado en el espacio del vidrio, ahora multiplicado su espesor por ∞ / el tiempo entra en sí mismo y, como el espacio y el vidrio, se convierte en una virtualidad / el tiempo se disuelve: el 3 desaparece.



Holga Méndez & Uxia Piñeiro








cncav

Cuando este agosto gracias a unas gafas de bucear pude ver al mismo tiempo el agua por dentro y el aire por encima, lo verdoso y frío abajo y lo limpio y azulado arriba, comprendí que nadar significaba desear-hacerse-nada, voluntad primera de adelgazarse hasta entrar -no sé cómo- en ese pliegue móvil que separa y une agua y aire. Nadearse hasta hacerse piel inexistente y disolverse en esa lámina de luz.

No existe para el tacto ese pliegue donde el viento se convierte en líquido, y el agua en aire, sólo existe para otro sentido que se nos ha especializado tanto que es capaz de captar reflejos; atención difícil porque están dentro y fuera, arriba y abajo, a la vez. La modernidad nos enseñó que el reflejo era confluencia de apariencia y aparición, de engaño y presencia, y que dándose a la vez, nos hace transparentes. 

Casi como Osvaldo "Gitano" Rodríguez "oyendo con la mitad del alma en el mar y la mitad del alma en la tierra", Holga Paraíso y Uxia Cristal escriben una razón numérica en un gran vidrio ocular: se trata de un horizonte circular, de unas páginas transparentes, de un libro encuadernado en espejos, para "con las dos mitades del alma, mirar el mundo", seguía diciendo "Gitano" Rodríguez. 

Ante ese abismo Pacífico, escriben Holga Méndez y Uxia Piñeiro un paraíso con un horizonte horizontal, es decir, un horizonte de cristal que desaparece cuando se mira al trasluz. Se trata de un paraíso funicular en forma de valle, en uve profunda, con reflejos que convierten Neftalí en Pablo y Reyes en Neruda, Paraíso en Holga y Cristal en Uxia, como las escaleras de Escher que bajan subiendo en nuestra retina.

Vale el valle de la uve en pendiente tanto que hace resbalar el paraíso al fondo de la fosa pacífica; "la brea, el viento sur, los volantines" continúa Osvaldo hablando del puerto, con los seis puntos cardinales reflejados en el vidrio ocular, en la gran retina vertical, pared inteligente, que ha puesto en pie para siempre aquel pliegue adelgazado infraleve que una vez en agosto hipnotizó a quien se arriesgaba a bucear inútilmente.



Juan Fernando de Laiglesia